El Mal de Montano, de Enrique Vila-Matas
Ed. Anagrama, col. Narrativas Hispánicas
Barcelona, 2002 [2002]
Enrique Vila-Matas es el más francés de los escritores españoles (así como Javier Marías es el más inglés de los escritores españoles; se desconoce quién es el más español de los escritores españoles según los críticos; seguiremos informando), quiera decir eso lo que quiera decir. También, Vila-Matas lleva años inmerso en un mundo propio, totalmente literario, en el cual cualquier cosa que suceda en la vida real tiene su referencia o su reflejo en la literatura, y viceversa.
Coherente con esta actitud, no sé si llamarla vital, su obra es inseparable de esta vivencia literaria (y viceversa). Así, El Mal de Montano empieza con el relato de cómo Rosario Girondo, padre de Montano, un escritor súbitamente ágrafo, en su leve intento de curarlo o aliviarlo de esta incapacidad para escribir, se convierte (o percibe, más bien) que él mismo padece un síndrome, que bautiza como "el mal de Montano", por el que está enfermo de literatura, es decir, que todo lo que compone su vida es literario, incluyendo, cómo no, a sí mismo.
En la segunda parte, en una de esas vueltas de tuerca geniales (pero también coherentes), Girondo nos descubre que esa primera parte es sólo una ficción, una novelización, que no tiene ningún hijo, etc. Pero que sí se encuentra afecto por el mal de Montano. A partir de entonces, y establecido un principio de realidad mediante la ficción, Girondo emprenderá una narración en forma de diario. Un diario que servirá para viajar por esta fórmula literaria y sus exponentes en un continuo juego de reflejos e influencias literarias y en el que relatará la progresiva desintegración, un relato no exento de humor, de su vida, o de la vida en general, hasta su destrucción como persona "vulgar" y su constitución como persona literaria (como personaje, diríamos), finalmente cercado por los enemigos de lo literario. En definitiva, cercado por la vida "normal".
La ficción de Vila-Matas (tan inconfundible de su vida) ejerce en el lector una fascinación entre enfermiza y atrayente. Si los filósofos, a base de hablar de la vida (que tiene o debe ser normal) han acabado por hablar de normalidades, es decir, de vulgaridades, Vila-Matas, como literato o literario integral, no tiene más remedio que hablarnos de la vida como algo más grande que la vida misma; como algo literario, por supuesto. De ahí que su enfermedad, ese "mal de Montano" lleve al extrañamiento de la vulgaridad; de ahí que el resultado de esa inmersión sea fascinante.
Leer a Vila-Matas obra tras obra y en breve lapso de tiempo puede ser extenuante. Leído de tanto en tanto (a su ritmo de publicación, diríamos), permite sumergirse en el mundo de un personaje casi indistinguible de sus personajes, pero que en su conjunto proporciona una experiencia más que satisfactoria. Así como se realizó una película llamada Cómo Ser John Malkovich, alguien debería escribir algún día una obra titulada "Cómo Ser Enrique Vila-Matas" (y el mismo Vila-Matas ya escribe sus reflejos oscuros de ella, por ejemplo en No Soy Auster).
Aunque, y ahora que lo pienso, el propio Vila-Matas ya está escribiendo esa obra. De la que El Mal de Montano no es sino un capítulo.