Merienda de Negros, de Evelyn Waugh

Es posible que ésta sea una de las novelas más divertidas jamás escritas. Lo que es seguro es que el díptico que forman Merienda de Negros (Black Mischief) junto a su hermana ¡Noticia Bomba! (Scoop) es probablemente la mejor serie de humor de la literatura universal.
Desde luego, cuando una novela se inicia con las palabras «Nos, Seth, emperador de Azania, jefe de los jefes de los sakuyus, señor de Wanda y tirano de los mares, licenciado en letras por la Universidad de Oxford [...]», está declarando una intención satírica más que evidente. Y el objeto de esta sátira es el colonialismo en todas sus formas.
La novela se abre con la incertidumbre del resultado de una guerra por el poder en Azania (un país imaginario compuesto de varias características y paisajes propios del África Oriental); Seth, el emperador, dicta cartas confiadamente mientras a su alrededor todos huyen del ejército que se aproxima a la ciudad, y que puede ser el de su rebelde padre o el del general Connolly, expolicía en Irlanda, expolicía en Sudáfrica y expolicía en las Reservas de Caza de Kenia antes de alistarse como generalísimo de Azania. Seth es un decidido partidario del progreso («Reverso [de la medalla]: la figura del Progreso. En una mano tiene un aeroplano; en la otra, algún pequeño objeto que simbolice una educación avanzada. Más tarde le daré los detalles. Ya me vendrá la idea..., un teléfono podría valer..., ya veremos.»), aunque no parece tener muy claras las prioridades para el progreso de su país. Por allí aparece Basil, un inglés lechuguino y tarambana que será nombrado Alto Comisario para la Modernización, provocando más caos que otra cosa. Estos personajes, junto a los desquiciados enviados de las grandes potencias (diplomáticos de ínfima categoría, o desechos de la diplomacia), ansiosos de hacer figurar su nombre en los despachos de las metrópolis (o por mera ignorancia de dónde están viviendo), prácticamente provocarán un follón tan enorme como para hacer de Azania un problema internacional. Y cuyas consecuencias, en la más pura tradición del humor inglés, serán imprevisibles.
Quien tenga la tentación de pensar que esta novela es un mero chiste sobre los "pobres negritos" hará bien en desechar con rapidez esa conclusión. Waugh satiriza absolutamente todo, desde el colonialismo más acérrimo y el paternalismo de las metrópolis hasta la idea de falso progreso imbuida por los blancos en los países africanos (una mera extensión de la política de dependencia, y muchas veces expolio, de las colonias). Critica el aventurerismo inglés, los alambicamientos diplomáticos (y su reverso, la tendencia a considerar que esos pobres países son cementerios de diplomáticos de los que de otra manera sería imposible deshacerse). Critica la pasividad con la que muchos africanos aceptaron una idea de civilización imposible, y que los convertía en meras caricaturas de europeos. En definitiva, critica la rigidez mental colonial, que hacía imposible toda comprensión de los colonizados y que no veía más allá del beneficio inmediato.
Un texto como este, «Proclamó la abolición de la esclavitud y fue cálidamente aplaudido por la Prensa europea; la ley se expuso de forma destacada en toda la capital, en inglés, francés e italiano, para que todos los extranjeros pudiesen leerla; jamás se promulgó en las provincias ni se tradujo a ninguna de las lenguas nativas; el antiguo sistema continuó en vigor sin trabas, pero se había evitado la intervención europea.» puede parecer sardónico, pero tiene un sonido tal a realidad que su exposición humorística no hace sino elevar el tono de la crítica.
Evelyn Waugh, delicado autor de obras como Retorno a Brideshead, parece otro en sus novelas humorísticas, hasta que uno cae en la cuenta de la exquisita estructuración, la perfección argumental y el profundo y sabio uso del lenguaje. Entonces se descubre que el excelente narrador Waugh lo era en todas sus vertientes. Si se tiene en cuenta que el humor es un género poco cultivado (y difícil), esto hace de Evelyn Waugh una de sus grandes figuras, que ha provocado imitaciones pero a la que nadie ha desbancado jamás.

(Black Mischief)
Ed. Anagrama, col. Panorama de narrativas
Barcelona, 19852 [1932]
Trad. de Juan García Puente

Portada y sinopsis

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