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Jazz Porque Sí: Terence Blanchard en el Sweet Basil de Nueva York

Hoy traemos a uno de los mejores trompetistas de la segunda mitad del siglo XX (y, por descontado, y por muchos años más, de este siglo XXI), Terence Blanchard. Trompetista, como escucharán, pausado, posee un sonido nítido y, sobre todo, una comprensión musical que le permite desarrollar ideas muy complejas con toda naturalidad.
Este concierto es, en realidad, un homenaje a una actuación que Eric Dolphy y Booker Little realizaron en el Five Spot veinticinco años antes. En primer lugar, hay que resaltar que se necesitan redaños para enfrentarse a la música de Eric Dolphy, en el que algunos estudiosos detectan influencias de Bártok y de Stravinsky, y que siempre fue personalísimo en sus composiciones, además de mostrar una técnica instrumental extrema. Por eso, cuando Blanchard se atreve a rendir homenaje a esta música (y triunfa en ello), no se puede por menos que sentir una admiración profunda.
A su lado, Blanchard tiene a un compañero también de excepción, el saxo alto (alto en esta ocasión, claro) Donald Harrison. Ya verán que tiene un sonido enérgico y, como muy bien define el Cifu, "urgente". Y están con la rítmica que justamente acompañó a Dolphy y Little en ese concierto del Five Spot, el único Mal Waldron al piano, el excelente Richard Davis al contrabajo, y el no menos excelente Ed Blackwell a la batería.
Se escuchará The Prophet; Agression; e, incompleto, Booker's Worlds; son temas largos, muy bien desarrollados, con solos muy sorprendentes, que llaman la atención por su articulación y su sentido.Atentos a las explicaciones del Cifu, y que disfruten.

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El Hombre y la Víbora, de Ambrose Bierce

Si en sus cuentos de soldados Bierce ejercitaba su amargo ingenio sobre y contra las crueldades de la guerra, en sus cuentos de civiles se mostró, por una parte, un sucesor de Edgar Allan Poe más que digno del maestro y, por otra, un precursor de la ficción terrorífica que vendría después.
En El Hombre y la Víbora, que ustedes pueden leer en los enlaces que figuran al pie de esta reseña, Bierce retoma el tema de la espera insoportable, del terror psicológico, de los insondables recovecos que pueblan la mente humana e, irónicamente, en un rasgo muy propio del autor, de los absurdos que nuestra propia mente nos obliga a hacer.
Un hombre está invitado en casa de un estudioso de las serpientes, casa en la que ya se han producido varios incidentes con reptiles que han aparecido fuera de su serpentario, y cuando se dispone a pasar la noche, descubre dos puntos luminosos bajo la cama. Se trata de una serpiente, y Brayton se dispone a hacer lo que cualquier hombre sensato haría en su caso, salir de la habitación y dar aviso del suceso.
Sin embargo, algo le impide a hacerlo. No el poder hipnótico de esos ojos de víbora, sino su propio orgullo. Salir de la habitación sería ceder el terreno, mostrarse cobarde; no a los ojos de los demás, reflexiona, sino ante sus mismos ojos, lo cual es intolerable para él.
Entonces, Bierce se lanza a una orgía de introspección y de monólogo interior del propio Brayton. Poco a poco, la obsesión por la serpiente crece. Brayton sabe que está ante un posible peligro, pero no sólo no quiere retroceder, sino que parece avanzar muy a su pesar. Y esa obsesión se vuelve cada vez más enferma, alucinatoria, irreal, bordeando los límites de la locura.
Hasta que se produce el final, por supuesto con sorpresa irónica y amarga incluida, que que hace que el relato sea de un humor negro inédito hasta entonces.
Todo lo que se explica en este cuento se ha visto. Después. Pero, hasta entonces, sólo Poe había llevado tan lejos unos instantes de sufrimiento mental, con la diferencia de que aquí, ese sufrimiento no es una amenaza directa (la serpiente está inmóvil; Brayton siempre puede evitar el peligro saliendo de la habitación), sino creada por la propia imaginación del protagonista. Es un relato sorprendentemente precursor de lo que con posterioridad se definiría como neurosis obsesiva, y como tal, una pieza a tener muy en cuenta.

(The Man and the Snake)
En Cuentos de Soldados y Civiles
Eds. Orión, col. Pruebas de Galera
Buenos Aires, 1975 [1920]
Traducción y prólogo de José Bianco

Texto en castellano de El Hombre y la Víbora
Texto en inglés de The Man and the Snake

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Kappa, de Ryunosuke Akutagawa

Akutagawa, el narrador japonés de más prestigio a principios del siglo XX, y uno de los primeros en ser conocido en Occidente, se suicidó a los treinta y cinco años, después de mostrar síntomas de enfermedad mental.
Viene esto a cuento porque, casualidad o no, esta novela es una historia relatada por el paciente de un manicomio.
El paciente número 23 narra cómo un día se encontró frente a un kappa, seres mitológicos con características humanas y rasgos de batracio, y cómo al perseguirlo entró en su mundo.
A partir de aquí tenemos una novela en parte metafórica sobre el comportamiento humano, en parte proposición utópica / distópica, en parte sátira y en parte pura narración imaginativa sobre una sociedad que nos resulta incomprensible (y, por tanto, la nuestra lo sería también para un alienígena) y cuyos valores y convenciones son otros.
Hay resonancias, por supuesto, desde una entrada en Kappa propia de Alicia en el País de las Maravillas hasta la estructura del viajero que contempla los contrastes de una sociedad distinta según el modelo de Jonathan Swift en Los Viajes de Gulliver.
Dicho todo lo cual, y reconociendo que historias semejantes han habido muchas, la de Akutagawa se sostiene por méritos propios. Su intención no es tan panfletaria (en el buen sentido) como las historias gulliverianas, sino más lúdica por un lado y más filosófica por otro.
En ella podemos percibir nuestras semejanzas, pero sobre todo hay un sentimiento general de disgusto por un mundo rígido y ordenado (el nuestro) en contraste con otra sociedad incongruente y tan cruel como la nuestra, pero que en apariencia es más libre. Si tenemos en cuenta que esto se escribió en el Japón de principios de siglo, todavía más rígido y delimitado en sus costumbres que el de hoy, percibiremos la crítica implícita.
Y, no obstante, el mundo de los kappas es anárquico, clasista, hipócrita y cínico. El mensaje parece ser que, sea cual sea su evolución, las sociedades crean sus propias incongruencias, sus propias injusticias y sus sistemas de dominio del individuo. ¿Pesimista? Tal vez, pero no olvidemos que todas las utopías que se han escrito se han basado en el dudoso supuesto de que el ser humano es angélico, y que cuando no se ha partido de esta suposición han surgido distopías cuyo mejor epítome fue el irónico volteriano de que "vivimos en el mejor de los mundos posibles". Lo cual no es ningún consuelo.
Aparte del fondo de esta novela, me gustaría remarcar que Akutagawa se muestra divertido y ágil, y que su prosa resulta en extremo moderna, incluso un siglo después. En sí misma es una lectura más que entretenida y recomendable, además de profunda. Y una oportunidad para conocer a uno de los grandes narradores japoneses.

(河童 Kappa)
Ático de los Libros, col. Breves del Ático
Barcelona, 2010 [1927]

Portada y sinopsis

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La Guerra Civil Española, de Antony Beevor

Es llamativo constatar que las mejores historias de la Guerra Civil han sido escritas por extranjeros. Los historiadores españoles se han mostrado muy capaces estudiando aspectos concretos del conflicto, pero en lo que se refiere a proporcionar una visión de conjunto, al parecer carecen del adecuado distanciamiento en sus puntos de vista. Esto sucede más de setenta años después, y ciertamente es descorazonador; si después de todo este tiempo los españoles parecen no haber superado del todo la división civil que se produjo, es que el trauma fue tremendo, y que ni los años de democracia parecen haber restañado definitivamente las heridas.
Mientras tanto, por fortuna, existen historiadores de mérito que se ocupan del tema, y así Beevor ha podido escribir una de las mejores historias que existen del conflicto. Y lo ha hecho por segunda vez.
La apertura de los archivos de Moscú y los trabajos de historiadores españoles sobre diversos aspectos de la guerra y la posguerra obligaban a la reformulación de lo ya sabido, y Beevor nos advierte que este texto no se trata de una mera revisión de lo ya publicado en 1982, sino de una nueva redacción, con cambios importantes que modificaban incluso las conclusiones. ¿Se trata, pues, de una obra definitiva? Beevor se apresura a decirnos que no, y que los nuevos documentos, más que resolver preguntas, plantean otras nuevas. Por chocante que pueda parecer, todavía hay cosas por descubrir sobre la Guerra Civil, y (esto es opinión mía) las actitudes de algunos gobiernos según su color no facilitan precisamente las cosas.
Pero se va avanzando, y todo este material, antiguo y nuevo, exhaustivamente tratado por un historiador como Antony Beevor, que se ha mostrado una y otra vez capaz de sintetizarlo, cuidando el detalle sin perder de vista lo general, este material, decía, va sumándose para formar una idea de conjunto esclarecedora.
El conflicto no era inevitable, pero sí alcanzó una abstracción ideológica que lo convirtió en un horror tal que difícilmente puede ser olvidado, mucho menos perdonado. El juego de patio de armas que ejercieron con toda efectividad alemanes, con incompetencia italianos y con desaprovechamiento la Unión Soviética hizo que la consecución de la paz no tuviera importancia a nivel internacional, sino que resultara necesaria una victoria. La política de No Intervención de las democracias europeas tal vez no condenó a la República, pero sí hizo que ésta se abocara hacia el único aliado militar que le quedaba, la URSS, de modo que radicalizó todavía más el conflicto y lo convirtió en una disyuntiva dialéctica intolerable: o la victoria de una dictadura fascista o el triunfo del comunismo. En el campo militar, la incompetencia de los jefes republicanos fue tal que se puede afirmar que ellos fueron quienes perdieron la guerra. El resultado final fue un régimen personal conseguido gracias a las maniobras de Franco, que erradicó la oposición interna, la externa y la enemiga mediante una represión brutal y prolongada en el tiempo, convirtiendo España en una "cárcel abierta" llena de corrupción y miseria.
Estas son algunas de las conclusiones de Beevor, y para llegar a ellas ha recorrido desde los antecedentes a la posguerra, consultando y leyendo de todo, dando credibilidad a lo que lo merece y desmintiendo leyendas, para escribir la que, hasta nuevo aviso, es la mejor historia sobre la Guerra Civil que se haya realizado.

(The Battle for Spain: The Spanish Civil War 1936-39)
Ed. Crítica
Barcelona, 2005 [2005]
Trad. de Gonzalo Pontón

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Cuentos de la Luna Pálida Después de la Lluvia, de Kenji Mizoguchi

SESIÓN MATINAL 

(Ugetsu Monogatari); 1953

Director: Kenji Mizoguchi; Guión: Matsutaro Kawaguchi, basado en la colección de relatos del siglo XVII "Cuentos de una Pálida y Misteriosa Luna tras la Lluvia", de Akinara Ueda; Intérpretes: Masayuki Mori (Genjûrô), Machiko Kyo (Lady Wakasa), Sakae Ozawa (Tôbee), Mitsuko Mito (Ohama), Kinuyo Tanaka (Miyagi); Dir. de fotografía: Kazuo Miyagawa; Música: Fumio Hayasaka.

En el siglo XVI, y con el trasfondo de las guerras feudales del Japón, dos campesinos tienen muy altas aspiraciones. Uno quiere enriquecerse vendiendo sus cerámicas, y otro desea ser samurái y cubrirse de gloria y honores. Ambos van a la ciudad, pero el primero es seducido por una misteriosa dama, que lo mantiene apartado de todo, y el segundo abandona a su mujer para comprarse una armadura y una lanza y seguir a uno de los señores guerreros. Pero al cabo, descubren que la misteriosa dama en cuestión no es sino un fantasma, y el guerrero que su esposa ha sido violada y ahora trabaja en un burdel.
En suma, no estamos más que ante una de las historias moralistas (incluso conformistas) del siglo XVII que describen a personajes que por su ambición creen ganarlo todo y al final sólo encuentran cenizas entre sus dedos. Como también acostumbran estas historias, mezclan acción, comedia y un toque sobrenatural.
Pero, en su versión fílmica, está la mano de Mizoguchi. La película cuenta con personajes que son fuertes y creíbles, cierto, pero sobre todo cuenta con un maestro tras la cámara. La delicadeza del tratamiento fílmico de Mizoguchi es espectacular, con unas imágenes y movimientos de cámara llenos de gracia, etéreos, que confieren al todo un aire de cuadro en movimiento. Y si bien el ritmo puede parecer lento en ocasiones, la belleza de las imágenes lo compensa todo.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Louis Armstrong en el Crescendo Club (III)

De nuevo con Louis Armstrong y sus All Stars en el Crescendo Club, en una de esas actuaciones vitalists, alegres y llenas de buen jazz encabezadas por un monstruo de la música como fue Stachmo. Y sus acompañantes, que no son para nada menores: el gran Barney Bigard al clarinete, el no menos grande Trummy Young, un trombonista que está por derecho propio en el elenco de los grandes especialistas de ese instrumento, el fino pianista Billy Kyle, un más que eficiente Arvell Shaw, como escucharemos a continuación, y Barrett Dimms a la batería, un gran acompañante.
Las piezas que oiremos son el clásico entre clásicos Muskrat Ramble; un St Louis Blues a trío, con Kyle, Dimms y Shaw; The Man I Love, con primacía del contrabajo Arvell Shaw, que realizará un solo muy bueno; Back o' Town Blues; un divertido Old Man Mose (Is Dead); la gran pieza, marca de Louis Armstrong, Jeepers Creepers, en la que Armstrong realiza una exhibición de scat; Margie, con vocal y solos de Trummy Young; Big Mama Is Back in Town, con vocal de Velma Middleton, tan vivaracha como siempre; Big Butter and Egg Man, también cantada por Middleton con intercambios humorísticos con Armstrong; y Stompin' at the Savoy, con un claro protagonismode la batería de Barrett Dimms.
En suma, una de esas actuaciones felices, con buen humor, swing a raudales y esa trompeta dominadora y genial de Louis Armstrong. Presten atención, como siempre, a los comentarios del Cifu, y que disfruten.

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Cómo se Hace un Hombre, de Richard Middleton

Una ocurrencia macabra, un cuento cruel, una fábula para adultos con sentido del humor negro, todo eso podría venir bien para definir este relato brevísimo que lleva una carga de ironía y de excentricidad tales que casi podríamos suponer que fue creado como historia de taberna, para ser explicado a un círculo de amigos cuando las barreras de aquello que separa realidad y fantasía ya no cuentan para nada.
Un hombre, «un empleaducho de oficina enclenque» se ha extraviado camino de la estación de Vauxhall. Cómo un hombre se puede perder buscando una estación que se supone conoce, por mucha niebla y calles desiertas que haya, es indicativo de una mente bastante deficiente, y de una timidez extrema, puesto que no se atreve a preguntar a nadie. Ni tampoco a llamar a una puerta; es ésta la que se abre a su paso y en el umbral se dibuja una mujer. Simmonds se siente aliviado, pues no teme a las mujeres. O, por lo menos, eso cree él. La mujer, sin hacer ningún caso de la demanda de orientación de Simmonds, le pide que le haga un favor. Y el favor es descuartizar a un hombre que yace, degollado, en una habitación.
Como pueden ver, ya hemos abandonado los límites de lo que la realidad convencional marca; donde radica, sin embargo, el mérito del relato, es en el porqué Simmonds se aviene a los deseos de la mujer, un porqué muy relacionado con la ironía que se refleja en el título.
No voy a explicar nada más sobre el cuento. Ya he insinuado bastante. Su mérito yace en este humor negro, en la coherencia de un mequetrefe que lo es en todos los aspectos de su vida, y en la inquietante pregunta de qué hará el pobre Simmonds después, cuando ya está en poder de esa mujer. Las perspectivas que se abren en su vida, por muy desgraciadas que sean para él, son enormes...

(The Making of a Man)
En Cuentos Únicos
Eds. Siruela, col. El Ojo Sin Párpado
Madrid, 1989 [pub. 1934]
Edición, prólogo y traducción de Javier Marías

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Las Ménades, de Julio Cortázar

¿Han asistido alguna vez a un acto cultural (concierto, exposición, presentación, conferencia...) en el cual el entusiasmo del público ha sido superior al que objetivamente debería despertar? Ese puede muy bien haber sido el origen de la idea que Cortázar desarrolla en Las Ménades.
Claro que Cortázar tiene una capacidad de abstracción demasiado genial como para quedarse en la mera anécdota.
Las Ménades, normalmente, son asimiladas a las bacantes, las acompañantes de los rituales celebrados en honor del dios Baco. No obstante, hay otra línea de pensamiento que las distingue de esas meras comparsas, les da carácter de divinidad, les otorga una locura orgiástica concedida por el propio Baco, y así las convierte en una especie de entes autónomos del dios al que adoran. En el relato de la muerte de Orfeo, éste, que es partidario de Apolo frente al culto dionisíaco, es despedazado por las Ménades. Con estas claves, es más fácil acercarse al relato de Cortázar (que pueden leer en el enlace al pie de esta reseña).
En una pequeña ciudad aburguesada se celebra un concierto. Es un evento especial, puesto que marca el aniversario de la llegada del Maestro al pueblo, un director de orquesta que ha sabido llevar poco a poco la música culta a su audiencia, aunque con concesiones a los gustos populares del público.
El entusiasmo que despierta la interpretación de ls piezas de la velada es exacerbado, demasiado para la calidad intrínseca de lo escuchado. Y va in crescendo, hasta que, al final, se produce una auténtica revuelta, una invasión del escenario por parte del público, una adoración excesiva por el Maestro y los músicos. Una orgía en la que los individuos, ya antes transformados en público, y ahora en masa, se entregan a un desenfreno de acercamiento al objeto de su adoración, en un ansia de comunión que nada tiene de espiritual.
Si he preguntado si habían asistido a un acto desmesurado es porque, en ocasiones, he presenciado comportamientos culturales que van más allá de lo racional, entusiasmos injustificados, veneraciones excesivas. Es lo que Cortázar nos describe en este relato, empleando el arma de la exageración y enlazándola con el adecuado mito báquico (y contrastando la eterna lucha entre lo apolíneo y lo dionisíaco) en el que la celebración, el rito, tiene que alcanzar tintes orgiásticos para ser cumplido cabalmente. Técnicamente perfecto en su desarrollo y escritura, el propio Cortázar nos proporciona una clave por la cual el Maestro pagará muy caro el haberle dado al público el detonante de la orgía: en lugar de educar en el gusto musical, el Maestro se ha plegado al gusto de la audiencia, entregándole lo que quería y en el orden que quería, acabando con la quinta sinfonía de Beethoven, el gran estallido.
Pero también Cortázar nos advierte de algo que siempre tuvo muy presente, y es el comportamiento de la masa, un hecho dionisíaco como no hay otro, en el que todas las contenciones que la civilización y la cultura imponen se suprimen y el ser humeno se acerca más al animal primitivo que, en el fondo, anida en todos nosotros.
Un relato tremendamente sutil, enormemente magistral, como Cortázar nos tenía acostumbrados.

En Los Relatos 1 Ritos
Alianza Ed., col. El Libro de Bolsillo
Madrid, 19763 [1956]
Publicado originalmente en Final del Juego

Texto de Las Ménades

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El Libro de las Cosas Perdidas, de John Connolly

Es este un libro peculiar, y no sólo porque se aparta formal y temáticamente de la ficción que Connolly nos suele ofrecer, sino porque se trata de una historia que contiene reelaboraciones de los cuentos infantiles clásicos.
Me apresuro a decir que, no obstante, no se trata de un libro infantil. Esta reelaboración es adulta, de modo que su límite mínimo de edad es el juvenil, aunque lo recomiendo a todo público adulto; por lo menos, a todos aquellos adultos que conservan una chispa de la capacidad de maravillarse propia de la infancia.
David es un niño de doce años que vive en la Inglaterra de las inmediatas vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Y a David le sucede algo terrible: su madre enferma, y tiene que asistir a esta muerte lenta. Cuando su padre decide casarse otra vez, y Rose, la madrastra (he aquí otro arquetipo de los cuentos), además le proporciona un hijo, Georgie, el mundo de David parece desmoronarse definitivamente. Es entonces cuando empieza a oír lo que susurran los libros, y cuando empieza a recibir las visitas del Hombre Torcido, una especie de trasunto de Rumpelstiltskin, quien muestra un gran interés por él y su hermanastro; así como apariciones en sueños de su madre muerta, que pide que la rescate del lugar donde está.
Y una noche en que David va al jardín hundido indicado por su madre, ve dirigirse hacia él a un bombardero Junkers 88 en llamas, derribado en el cielo de Inglaterra. Tratando de escapar del impacto, se introduce en una oquedad en la pared, y aparece en un mundo distinto.
Este mundo tiene un paisaje y unas reglas propias, y está compuesto de todos los cuentos infantiles, de todos los libros que David ha leído, aunque extrañamente deformados, evolucionados, más primitivos, telúricos y brutales, pero a la vez más sofisticados. David emprenderá una búsqueda que será a la vez un autodescubrimiento, un viaje de iniciación, pero una búsqueda muy peligrosa para él y para su familia.
Puede que todo sea un sueño que sucede en la mente de David, en coma por el impacto del bombardero alemán. O puede que, en efecto, haya entrado en una tierra de sueños e historias que se ha conformado a medida de sus lecturas. Hay elementos en la novela que pueden apoyar ambas tesis, y el autor deja que el lector escoja la que le parezca mejor. Tampoco es importante. Lo que importa es el paso definitivo de la infancia a la madures que da David, y la constatación de ese paso nunca es totalmente inocente, que tiene sus reglas y riesgos.
Como metáfora, Connolly emplea los cuentos infantiles, que ya de por sí son como una especie de ritos de iniciación a la vez que avisos sobre posibles peligros de la vida, y así como David crece y se hace adulto en la historia, también los cuentos lo hacen (a veces con efectos cómicos, como los siete enanitos tiranizados por Blancanieves, y que son sindicalistas de ideología marxista convencidos), y sus moralejas se hacen menos simplistas.
Pero esta tesis no se impone como una declaración política. Connolly es, sobre todo, un gran narrador, y El Libro de las Cosas Perdidas es una novela que puede ser leída con un sentido de la maravilla intenso, con un ritmo vivaz, con un empleo de la narrativa que atrapa al lector y lo envuelve en un mundo original y nuevo que, sin embargo, reconoce de sus lectoras infantiles.
Connolly no es el primero en "evolucionar" los cuentos de hadas. Como él mismo dice, muchos autores lo han hecho antes, entre ellos la muy añorada Angela Carter. Y esas reflexiones que hace Connolly no lleva a otro punto.
Si un libro necesita un índice es este. Sin embargo no lo tiene en su edición española, y el lector puede quedar sorprendido de que la historia termine en la página 375, cuando el libro prosigue hasta la 541. La inoperancia de ciertos editores no deja de sorprenderme. Porque, ¿en qué podía perjudicar al libro indicar que contiene una entrevista con el autor en la que Connolly proporciona algunas claves de la obra, y además unos estudios del propio Connolly, incluyendo los textos originales, sobre los cuentos de Rumpelstiltskin, El Agua de la Vida, Caperucita Roja, Hansel y Gretel, Los Tres Cabritos, Blancanieves y los Siete Enanitos, Ricitos de Oro, Los Tres Cirujanos del Ejército, La Pastora de Ocas, a Bella y la Bestia, La Bella Durmiente, Childe Roland a la Torre Oscura Llegó, los centauros y las arpías? Estos estudios son pequeñas obras maestras de interpretación y análisis, y muestran su maestría en traspasar esos mitos infantiles a su novela, así como proporcionar claves de interpretación no sólo sobre la historia de David, sino sobre los cuentos de hadas en general. Es un valioso regalo más allá de una novela que ya es de por sí un regalo para el lector y una demostración de la minuciosidad, trabajo y respeto que Connolly emplea en su escritura.
Tal vez esta obra pueda desconcertar a los seguidores de la serie "Charlie Parker" de John Connolly, pero les aseguro que vale la pena leerla. Tendrán ante sí una de las más originales, gratificantes, sensibles e inteligentes novelas que se puedan escribir sobre esos mitos comunes a todos que son los cuentos infantiles.

(The Book of Lost Things)
Eds. Oniro
Barcelona, 2008 [2006]

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John Connolly
¿ Qué sucede cuándo el mundo imaginario de David se convierte en un mundo real ?

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Centauros del Desierto, de John Ford

SESIÓN MATINAL 

(The Searchers); 1956

Director: John Ford; Guión: Frank S. Nugent basado en la novela de Alan le May; Intérpretes: John Wayne (Ethan Edwards), Jeffrey Hunter (Martin Pawley), Natalie Wood (Debbie Edwards a los 15 años), Vera Miles (Laurie Jorgensen), Ward Bond (Reverendo capitán Samuel Johnston Clayton), John Qualen (Lars Jorgensen), Henry Brandon (Jefe Scar / Cicatriz), Antonio Moreno (Emilio Gabriel Fernández y Figueroa); Dir. de fotografía: Winton C. Hooch; Música: Max Steiner.

Centauros del Desierto es un ejemplo paradigmático de reevaluación de una película. Se estrenó como un western más de su director, incluso con algunas críticas negativas, pero en los años setenta los críticos empezaron a verlo con otros ojos, y llegaron a la conclusión de que, fílmica y temáticamente, era una de las mejores y más sutiles películas de John Ford. Esa ha quedado como la opinión prevalente, aunque gente como Pauline Kael, que es una excelente crítico que no se muerde la lengua, haya escrito que "podrán leer muchas cosas sobre esta película, pero creo que es desilusionante".
Lo de que se pueden leer muchas cosas sobre Centauros del Desierto es una verdad como un templo. Se han escrito, más allá de apreciaciones breves, estudios completos sobre ella. Y poca cosa puedo añadir yo. Desde la utilización de Monument Valley (con incursiones al Canadá para las escenas de nieve) como escenario, hasta los encuadres de la puerta, que parecen marcar la diferencia entre dos vidas, una, la salvaje y desarraigada del exterior y otra, la hogareña y estable, pacífica, del interior, en la cual el protagonista, Ethan, no puede entrar más que brevemente, estando por siempre condenado a vagar por el exterior.
Porque este personaje lo marca todo en esta película. No han pasado ni diez minutos de filme que ya sabemos mucho de él. Ha sido sargento de caballería de la Confederación (aunque, como se nos dice más tarde, ni se le vio durante la rendición ni después de la capitulación). Corrió el rumor de que los tres años transcurridos desde la derrota del Sur los pasó en California, pero él lo niega diciendo que no ha estado jamás allí ni piensa ir. Nos enteramos de que ha estado en México, por una condecoración maximilianista que regala a Debbie, y porque lleva "dobles águilas" de oro, moneda del México de Maximiliano. Luchando en qué bando queda sin descubrirse. Y percibimos que es más que seguro que estuviese enamorado de la que ahora es su cuñada, lo que introduce un pequeño elemento de tensión en las relaciones con su hermano. Y sabemos que odia a los indios y mestizos, aunque sólo tengan un cuarto de sangre india. Es mucho para un personaje, es una intensidad y un pathos desmesurado para un simple western. De hecho, es más propio de la épica clásica que no de un relato de frontera.
Resulta que, como el propio Ford se ocupó de mostrar en El Hombre que Mató a Liberty Valance, la epopeya del western es falsa, una construcción de una leyenda. Y es interesante comprobar que dos de los grandes westerns de Ford, La Diligencia y Centauros del Desierto, sean uno la trasposición de un muy europeo relato, Bola de Sebo, de Guy de Maupassant, y que el otro esté estructurado como si su modelo de referencia fuera una mezcla de la Ilíada y la Odisea.
La Búsqueda de Debbie, capturada por los comanches renegados del jefe Cicatriz, no es sino una especie de rescate de Helena; no se trata ya de salvarla, puesto que la convivencia con los comanches la ha convertido a los ojos de Ethan en alguien más allá de la remisión (aunque esa actitud cambiará al final), sino de rescatarla como venganza. La errabundia que emprenderán Ethan y Martin durante más de tres años tiene todo el aspecto del deambular de Odiseo por un Mediterráneo conocido pero agreste, sin poder llegar jamás a su casa, en este caso cumplir su misión, y durante este deambular sucederán episodios que son como las aventuras que narró Homero. Si lo vamos a mirar, hasta el asunto de los pretendientes está presente con el cortejo de la novia de Martin, que llega el mismo día de la boda para impedirla y castigar al pretendiente. Y, como en la Odisea, el final de la aventura no es el final del deambular de Ethan. Ha cumplido su misión, pero el descanso está fuera de cuestión, y se encamina de nuevo hacia el campo abierto, quien sabe en busca de qué esta vez, aunque uno sospecha que en busca de sí mismo.
Ford era muy consciente de todo ello, y así lo demuestra mediante el lenguaje cinematográfico, con encuadres, planos y movimientos de cámara.
Con todo ello compuso una auténtica épica, una que tiene más profundidad y alcance que cualquier otro western épico, y una que trasciende el mero hecho fílmico para convertirse en un uso de la narrativa clásica, para llevar un sentido de inmanencia de las gestas heroicas a la pantalla. Para, con toda sencillez aparente, hacer un clásico como pocos han habido.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Django Reinhardt 26 diciembre 1940

Siempre es un placer reencontrarse con el gran genio de la guitarra Django Reinhardt.
Aquí lo tenemos con Pierre Allier y su orquesta, actuando como rítmico, aunque las introducciones a los temas sean suyas y "marca de la casa. De todas maneras, Django era, aparte de una máquina de swing, un genio tal que incluso en la rítmica de fonfdo no puede dejar  de sorprender con algún punteo, un acorde contrapuntado o alguna diablura que da a su interpretación algo distintivo, de modo que incluso en este papel discreto vale la pena escucharlo. Los temas son Petite Lili y Ninouche.
Acto seguido, lo encontraremos con el grupo de Christian Wagner, en dos piezas llamadas Pour Terminer y Pour Commencer, en una curiosa inversión del orden que el Cifu les comentará.
Y aquí viene algo muy especial: una banda de dieciséis integrantes que interpretará Festival Swing, una composición que no es más que una excusa para que trece solistas realicen una demostración de qué era el jazz francés de la época, con Django y su "famoso quinteto" ocupando una posición de privilegio, y con un solo de Reinhardt espléndido. El tema no sólo es simpático, sino que es musicalmente encantador, y esa muestra de jazz es magistral.
Con la misma banda de dieciséis músicos, Django interpretará otra de las piezas de ese proyecto del que ya hemos escuchado algunos temas, "Django's Music", es decir, las composiciones de Reinhardt arregladas para gran orquesta. En esta ocasión se trata de la muy delicada Stockholm.
Y otra sorpresa la tenemos al escuchar a Django colaborando con el gran cantante francés Charles Trenet (sí, el de La Mer), haciendo comentarios a la guitarra a la rendición vocal que hace Trenet de una canción basada en una de las fábulas de La Fontaine, La Cigale et la Fourmi. Sorprendente, con Trenet en plena forma y Django perfecto.
Con la base del Quintette du Hot Club de France más André Ekyan, escucharemos Hungaria y el gran estándar Out of Nowhere.
Y con el Quintette propiamente dicho, tendremos una interpretación ágil y simpática de Dinette, un gran clásico de Django, y una de sus estupendas y sentidas baladas, Crépuscule.
Lo dicho, un placer. Presten atención a los comentarios del Cifu, y disfruten del mejor guitarrista de jazz de la historia, Django Reinhardt.

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El Mortal Inmortal, de Mary W. Shelley

A Mary W. Shelley siempre se la recordará por ser la autora de Frankenstein (aunque muy poca gente la ha leído), que se concibió en "el más loco de los tea-parties ingleses", en palabras de Stephen King, a orillas del lago Geneva.
Se sabe menos que escribió novelones góticos, y algunos relatos en el mismo estilo.
Este El Mortal Inmortal (que pueden ustedes leer en los enlaces que figuran al pie de esta reseña) pertenece a esta tradición gótica, y es perfectamente reconocible la atmósfera y los topos que dominaron esta corriente literaria, de moda desde fines del siglo XVIII hasta mediados del XIX.
Sin embargo, y como sucede con Frankenstein, Mary Shelley domina mejor el terreno filosófico que el de la parafernalia de la inquisición, las criptas tenebrosas y el aparataje diabólico.
Así que, y pese a que la historia del aprendiz del alquimista Cornelius Agripa (personaje histórico real que, ya puestos en ficción, fue maestro del doctor Victor Frankenstein) tiene su interés, el relato alcanza su mejor momento cuando este aprendiz bebe, buscando el antifiltro amoroso, y casi por accidente, el elixir de la vida eterna, y empieza a darse cuenta de que ha sido agraciado, o más bien condenado, a una vida prolongada más allá de cualquier expectativa, y cuando empieza a ansiar que esta vida no sea eterna, enfrentado a la perspectiva de quedar irremediablemente solo, viendo cómo desaparece todo aquello que ama mientras él sigue viviendo, huyendo (se nos insinúa) de todo lugar en el que su invariable juventud acabe despertando sospechas, abrumado por una vida sin final.
Hay una gran cantidad de emociones en muy pocas páginas, respecto a esta presunta bendición que representa el vivir para siempre y que en realidad no es más que una separación definitiva del género humano para convertirse en lago maldito (la referencia al Judío Errante al principio del relato no es banal), un remedo de hombre al que el cansancio y la soledad se hacen eternos.

(The Mortal Immortal)
En La Eva Fantástica
Ed. Siruela, col. El Ojo Sin Párpado
Madrid, 1989 [1834]
Sel. y prólogo de Juan Antonio Molina Foix

Texto en castellano de El Mortal Inmortal
Texto en inglés de The Mortal Immortal

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Fiebre en las Gradas, de Nick Hornby

El fútbol dentro de la literatura (y el deporte en general) es tan escaso que apenas puede llamársele género. Y en cuanto a su calidad... Bueno, digamos que los estándares no suelen estar a la altura.
Por eso es tanto más sorprendente encontrarse con un libro como Fiebre en las Gradas. Leído en su época, y releído hoy, sigue conservando su primacía en la narrativa futbolística. Y, aunque eso es difícil de afirmar, creo que puede atrapar tanto a los futboleros como a los que no lo son.
Hornby se pone en primera persona para relatar la vida de un obseso, de un hombre casi ridículo, de un hincha, en este caso del Arsenal, y que se llama Nick Hornby. No sé cuánto de autobiográfico hay en la narración, e importa poco; lo que importa es reconocer como reales ciertos comportamientos ya vistos en los aficionados al fútbol, e ir más allá del simple reconocimiento y pensar sobre ellos, sin perder por esa reflexión la agilidad, el humor y la fluidez narrativa. Es más difícil de lo que parece.
Hornby nos describe el comportamiento de alguien que rige su vida según el calendario de competición de su club. Narra un amor compulsivo y fiel, más duradero que cualquier otra cosa que suceda en la vida (Vázquez Montalbán, otro de los escritores que reflexionó sobre el mundo del fútbol, decía que una persona, en el transcurso de su vida, puede cambiar de ideología, de partido político, su sentido del voto, de religión, de pareja, renegar de su familia, cambiar de trabajo, de profesión, de estilo de vida, de nacionalidad, de domicilio, de todo lo imaginable; pero es rarísimo que cambie de fidelidad a los colores de su equipo de fútbol).
Todo lo cual está muy bien, pero Fiebre en las Gradas no es un ensayo, aunque sus reflexiones bien pudieran dar lugar a uno. Es una novela, y Hornby la hace avanzar con humor, con exageración de situaciones, con la caricatura deliberada de una persona con una manía inofensiva que rige su vida y que se examina a sí mismo admitiendo su hándicap, pero también reconociendo que esa pertenencia le hace, no sólo peculiar, sino mejor.
La exahustividad de este análisis es total. No hay aficionado en el mundo que no pueda reconocer los síntomas, las situaciones, las sensaciones. No hay alguien no aficionado que no reconozca a un conocido, a un amigo, a un marido tal vez (y sí, hay aficionadas en el libro, y un análisis de las diferencias con sus colegas masculinos).
Y leído hoy es en extremo clarividente. El hooliganismo, la evolución del fútbol, el alejamiento deliberado de los aficionados populares de los estadios para favorecer la entrada de espectadores de clase más alta y mayor poder adquisitivo, la interferencia de la televisión y sus derechos de retransmisión, la inflación desmesurada en el coste de los fichajes, la crónica mala administración de los clubes, todo aparece y, veinte años después, casi todo se ha confirmado.
Pero, más allá de lo analizable, es una novela estupenda. habiendo leído a Hornby, uno ya puede detectar un hilo conductor en toda su obra. Nick Hornby siempre habla de personajes solitarios, de personas que tienen un problema de socialización y que se refugian en una manía o afición. Y que, no obstante, son buenas personas, que quieren compartir esa afición y aspiran, en el fondo, a una vida normal en compañía de sus semejantes, compartiendo con ellos las alegrías que esa manía les produce. Hornby es un obseso por el Arsenal, pero esa obsesión, más que convertirlo en maniático, lo hace humano, peculiar, sistinto. En suma, le hace escapar de la vulgaridad, que es la peor de las soledades, porque es todavía más común que ser hincha de fútbol.

(Fever Pitch)
Eds. B, col. Tiempos Modernos
Barcelona, 1996 [1992]

Existe reedición en Ed. Anagrama
Portada y sinopsis

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Escribir Ficción, del Gotham Writers' Workshop

Han surgido escuelas de escritura como setas en otoño. Seminarios, talleres, tutorías... proliferan por el país, dirigidos y dados por gentes cuya vinculación a la literatura es tan arcana que, a veces, uno sospecha que tan sólo consiste en haber ganado un premio de redacción escolar. Aparte de esos papadineros peligrosos (para el futuro escritor y para la literatura), hay unas pocas escuelas con buenos escritores que enseñan bien, y que suplen la carencia tradicional en España de las clases magistrales dadas en universidades por grandes escritores, y que son asunto común en las facultades anglosajonas.
En esos países también existe una tradición de escuelas y talleres literarios con un alto nivel de excelencia y profesionalidad. Tanto, que para ingresar en ellos no sólo se requiere pagar, sino mostrar cierto talento.
Entre ellos está el Gotham Writers' Workshop, que decidió poner este libro al alcance del público en general.
Hay muchos textos de escritura creativa, y la gran mayoría son útiles. Al fin y al cabo, escribir no es una ciencia exacta: pero uno de los más completos es este Escribir Ficción.
En sus páginas, un especialista en cada campo nos dará las claves sobre qué es la ficción, el personaje, la trama, el punto de vista, la descripción, el diálogo, el escenario y el ritmo, la voz, el tema, la revisión e, inevitablemente, el negocio de escribir.
Cubriendo todos los estilos y tratando de reducir la enseñanza a lo esencial, poniendo ejemplos claros, este libro es una herramienta valiosa para todo aquel que desee descubrir los errores que comete, encontrar nuevas técnicas y hallar soluciones narrativas. Siempre que el talento esté allí para empezar, claro.
Sobre todo, constituye un baño de realismo: No, una buena trama no hace una buena novela; no, una buena redacción no equivale a buena literatura; no, el talento no es nada si el texto que lo transmite es una chapuza. No promete imposibles. No por leer este libro será usted un escritor. Pero los escritores dudan (y yo diría que es una característica intrínseca del buen escritor), y este libro puede ayudar a despejar esas vacilaciones.
[Es peculiarmente asombroso que, tratándose de un libro que intenta enseñar cómo escribir bien, nos llegue de la forma en que lo hace. Aparte de unas construcciones gramaticales bien peculiares, choca un poco que se hayan requerido una traductora, un correctora, otra correctora y una editora para acabar denominando "chaqueta de doble solapa" (!) a lo que aquí toda la vida hemos llamado "chaqueta cruzada". Entre otras lindezas presentes en esta traducción.]

(Writing Fiction)
Alba Ed., col. Guía del Escritor / Textos de Referencia
Barcelona, 2012 [2003]

Portada y sinopsis

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Llévame a Ver el Partido, de Busby Berkeley

SESIÓN MATINAL 

(Take Me Out to the Ball Game); 1949

Director: Busby Berkeley; Guión: Harry Tugend y George Wells; Intérpretes: Gene Kelly (Eddie O'Brien), Frank Sinatra (Dennis Ryan), Esther Williams (K. C. Higgins), Betty Garrett (Shirley Delwyn), Jules Munshin (Nat Goldberg), Edward Arnold (Joe Lorgan), Richard Lane (Michael Gilhuly), Tom Dugan (Slappy Burke); Dir. de fotografía: George Folsey; Dirección musical: Adolph Deutsch; Canciones: Betty Comden, Adolph Green, Roger Edens.

Un musical menor en la historia de este género, pero divertido, ágil, equilibrado y que tiene su cierta importancia, como veremos.
Como ya les he repetido, los musicales tienen sus propias reglas, y es necesaria una suspensión de la incredulidad para entrar realmente en su juego. En ese caso, Kelly y Sinatra son dos jugadores de béisbol que, fuera de la temporada deportiva, se dedican a las variedades cantando y bailando (!). Ya digo que los musicales tiene sus reglas y una de ellas parece ser que cuanto más alejados están de la realidad, mejor. Al equipo llega un nuevo propietario, que tras el consabido malentendido se descubre que es propietaria. Ni más ni menos que Esther Williams (por una vez, pasando más tiempo en tierra que en el agua, aunque tiene su escena en una piscina, cómo no). A partir de aquí, lo típico: enamoramientos, confusiones, una malo que quiere ganar una apuesta deportiva por métodos poco legales, etc.
Lo cual, si el musical está bien hecho, puede ser tan típico como se quiera, pero se aguanta perfectamente, y esto es lo que sucede con éste. Kelly está espléndido en sus bailes; Sinatra, ya sabemos, canta de maravilla; Williams luce palmito; el director, Busby Berkeley, fue uno de los mejores coreógrafos que ha existido; y la gran sorpresa es una secundaria, Betty Garrett: su interpretación es vitalista, risueña, divertida y sobre todo fresca.
Pero la importancia de la que les hablaba no reside tanto en el filme en sí, aunque insisto en que es un musical sin grandes números pero que tiene una alta valoración en la historia de ese género. No; si se fijan, verán muchas caras que les harán pensar en la ficha técnica de una obra maestra del musical, como es On the Town / Un Día en Nueva York. Y es que, aunque no temáticamente, parece como si la magia de haber hecho un musical por encima de lo esperado hubiera estimulado a mantener y mejorar el mismo equipo para realizar algo grande. Ver a Kelly, Sinatra y Munshin juntos prefigura su escapada en la gran ciudad que se realizaría ese mismo año, y sin duda Betty Garrett se ganó el puesto en esa película gracias a su interpretación en esta Llévame a Ver el Partido.
Un filme sin complicaciones para disfrutar de un musical sin complejos.

Tráiler: 

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Jazz Porque Sí: Charles Tolliver en Tokyo

Hoy traemos un estupendo concierto del grupo del trompetista Charles Tolliver, "Music Inc.". Como tendrán ocasión de escuchar, Tolliver es un trompetista hard-bop, con una técnica impresionante y un dominio de la música que impresiona desde la primera nota; y, además, está acompañado por unos músicos realmente notables: Stanley A. Cowell al piano, Clint Houston al contrabajo y Clifford Barbaro a la batería. Tal vez no tengan el nombre de otros, pero desde luego merecen mayor fama.
En un concierto que es fundamental en las discografías de Tolliver, escucharemos unas pocas piezas que conforman una actuación con un sentido de la melodía espléndido: Draught; Stretch, en la que el contrabajista Clint Houston efectua una introducción y un solo impresionante; una preciosa balada, Truth; Effi, una composición de Cowell magníficamente arreglada e interpretada; y un 'Round About Midnight con un ritmo frenético tras la introducción, para volver después a un tempo meditativo.
Les encarezco que escuchen los comentarios del Cifu sobre Tolliver y sus muchachos; descubrirán así a unos músicos que no conviene perderse. Y espero que disfruten de este magnífico concierto.

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William y Mary, de Roald Dahl

Entre los relatos de choque, típicos del autor, hay unos pocos que emplean elementos de ciencia ficción para convertir en realidad los deseos íntimos de sus protagonistas.
En el caso de William y Mary, el inicio es casi prosaico, banal. Nos hallamos en el despacho de un procurador que está dando curso a las últimas voluntades del difunto William. El poco dinero del que disponía va a su esposa, Mary. Todo según lo previsto, salvo una carta personal que se entrega a la viuda. En ella, y quizá por primera vez en la vida, William sale de la intensa vulgaridad «solemne y afectada» que dominó toda su existencia.
En la carta William describe cómo ha aceptado que, una vez muerto, un investigador amigo suyo utilice su cerebro para mantenerlo vivo en una solución salina, desconectado del cuerpo, controlado por un encefalógrafo y con un nervio óptico y un globo ocular remanentes para captar impulsos externos.
Por una vez, parece que William se decidió a hacer algo que no fuera vulgar. Claro que la tentación era muy grande, y no pudo resistirse a exhortar solemnemente a su viuda: «Cuando te deje, sé buena y recuerda siempre que es más difícil ser viuda que esposa. No tomes cócteles. No malgastes el dinero. No fumes. No comas dulces. No te pintes los labios. No te compres un aparato de televisión. Cuida de que mis rosales, al igual que el jardín de rocalla, estén bien desherbados durante el verano. Y, de paso, visto que ya no me ha de servir para nada, te sugiero que hagas suspender el servicio telefónico.» Al parecer, William no tuvo bastante con treinta años de matrimonio, quería ser un latazo incluso postmortem.
Aunque, claro, si esta admonición no es realmente póstuma, si William puede ver, pero no hablar ni quejarse, quizá no ha medido bien las consecuencias de ejercer una tiranía más allá de lo que la ley y el sentido común aconsejan. La furia de una mujer no es desdeñable.
Roald Dahl sabía muy bien que hay convivencias que son pequeños infiernos, martirios que se soportan hasta que llega un punto de ruptura. En este caso, una conducta ejemplar como la de Mary recibe como premio una prolongación de ese suplicio más allá de lo razonable. O, como nos advierte Dahl, recibe el premio de la venganza, en un relato minucioso en la psicología de sus personajes, y corrosivo en su desarrollo.

(William and Mary)
En Relatos de lo Inesperado
Ed. Argos Vergara
Barcelona, 1981[1960]

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La Promesa, de Friedrich Dürrenmatt

Dürrenmatt escribió en 1958 La Promesa como una antinovela policíaca. No es una definición que venga porque sí; la intención de su autor era precisamente esa, la de construir una novela que fuese la negación del género policíaco, y esto queda demostrado ya desde el principio, cuando el narrador de la historia, un comandante de la policía federal suiza, escoge a un escritor que acaba de dar una conferencia en Coira sobre el arte de escribir novelas detectivescas. Y le expresa justamente la crítica que puede hacer un policía al género: el hecho de que toda la acción novelesca es perfectamente lógica, regulada por unas normas, y ni esta lógica ni esas normas se dan en la vida real. Y acto seguido, le explica, le muestra una historia y unos personajes que corroboran esa falta de lógica de la vida real, esa ausencia de reglas de juego.
La historia del argumento y su final son muy conocidas, puesto de la obra de Dürrenmatt ha sido estudiada y puesta como ejemplo numerosas veces, de manera que no creo que perjudique a la calidad de la lectura si hablo del final. De todas maneras, los lectores que deseen preservar la virginidad de este argumento, sáltense este párrafo y vayan a la sinopsis del enlace al pie de esta reseña. Quedan advertidos. En el cantón de Zurich se ha asesinado  una niña, Gritli. Todo apunta a un pedófilo, y justamente el inspector que se encarga del caso tiene a uno a mano, el comerciante que ha denunciado el hallazgo del cdáver de la niña. Hay ciertas diferencias de comportamiento que no parecen encajar entre sus antecedentes y este crimen, pero el inspector Matthäi tiene prisa: parte como asesor de la policía jordana, en un lucrativo empleo que le asegura un retiro más que digno. Por tanto, cuando el presunto asesino confiesa y, poco después, se suicida en su celda, el caso queda resuelto. Pero, además de prisa, Matthäi tiene una promesa que cumplir: ha jurado por la salvación de su alma a los padres de la niña que encontrará al asesino de su hija. De manera que, en el mismo aeropuerto, da media vuelta y vuelve para investigar el caso. Sin apoyo oficial, ya que ha dejado de ser policía suizo, sin que nadie le tenga en sus cabales, Matthäi va consiguiendo reunir unos cuantos hilos que delimitan el caso y que exoneran al difunto comerciante. Así, prepara una tramba, un cebo en el que el asesino tiene que caer irremediablemente. Y een el lugar en que se la tiende, espera... Espera sin saber que el asesino, que efectivamente ha mordido su anzuelo, no llegará jamás, porque se ha estrellado con su automóvil. Y Matthäi, sin embargo, sigue esperando...
la intención de Dürrenmatt de liquidar la novela policíaca, por descontado, no se cumplió, pese a que el intento que realiza en La Promesa es, ciertamente, antipolicíaco. La literatura tiene más resistencia de lo que parece: se dobla, pero casi nunca se parte. El Quijote no supuso el final de las novelas de caballerías, sino la transformación de la novela en otra cosa. La Promesa no acabó con el género, sino que anticipó aquello en lo que el género se iba a convertir: una forma de literatura más realista, social, donde los límites de la justicia y la injusticia son difusos y donde el hallazgo del criminal no cuenta tanto como otras cosas.
¿Pionera? Sí. ¿Anticipada a su tiempo? Sí, es una de las novelas que ya prefiguraban el cambio de tendencia que culminaría en la novela negra moderna. Pero sobre todo es una novela magnífica, en la que participan unos personajes fascinantes (la escena de Matthäi con el psiquiatra es particularmente prodigiosa en cuanto a interpretaciones de las cuestiones de orden y caos, cordura y locura, y obsesión y deber) y un sentimiento de desolación que se va instalando en la narrativa conforme el comandante va explicando a un escritor policíaco una historia que podría muy bien ser real, y cuyo final sólo se ha podido saber por un azar improbable que, sin embargo, no representa ninguna redención para el pobre Matthäi.

(Das Versprechen)
Eds. 61, col. El Cangur
Barcelona, 1991 [1958]
Trad. de Artur Quintana

Existe edición castellana en Navona Editorial
Portada y sinopsis de la edición castellana

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Recuérdalo Tú y Recuérdalo a Otros. Historia Oral de la Guerra Civil Española, de Ronald Fraser

Las historias orales, un fenómeno relativamente nuevo en la historiografía, tienen su precedente en las memorias y libros de recuerdos que han menudeado desde la aparición de la imprenta. Sin embargo, su valor era muy discutido, porque el historiador, con buen criterio, no podía dar por válidos testimonios no corroborados como mínimo por otra fuente, de manera que siempre se trataban esas manifestaciones con la máxime prevención.
No obstante, el género tuvo su reivindicación cuando fue posible entrevistar a esas fuentes diversas y componer con ellas, si no un cuadro exacto, sí aproximativo a los hechos. De manera que los historiadores se han apresurado a redactar estas historias orales, antes de que la muerte les prive de su testimonio y, por lo común, pasado el tiempo suficiente como para que las pasiones se hayan calmado y la objetividad gane el suficiente terreno.
Pero los inconvenientes de antaño persisten, y este libro es una buena prueba de ello. No porque esté mal hecho, o tenga poco valor. No, lo que sucede es que hay muchos sucesos en los que las versiones difieren en su literalidad, aunque se mantienen en el concepto general; y, por otra parte, porque a pesar del tiempo transcurrido, esa necesaria objetividad todavía no ha llegado plenamente. ¿Por qué? Si se me permite una opinión algo arriesgada, yo diría que porque la Guerra Civil no terminó en 1939, ni tan siquiera en los años sesenta, sino que el régimen franquista representó una prolongación, incruenta a partir de cierto punto, pero siempre amenazante, de ese conflicto civil. Es difícil dejar lugar a la reflexión serena cuando un gobierno invoca, año tras año, ser el defensor de la moral y el orden contra una buena parte de su ciudadanía, en el interior o en el exilio, y recuerda una y otra vez la "amenaza roja". Era una cuestión vital para la pervivencia del propio régimen, la justificación de su existencia. Y, por parte del otro bando, el mismo fenómeno se producía; por un lado el percibir haber sido derrotado, que esa sociedad española franquista no era la suya; por otro, la objetividad se gana con la enunciación del discurso y el debate sobre el mismo, y ese discurso era reprimido, activa y pasivamente, por la certeza de que enunciarlo era peligroso. De manera que no es de extrañar que esta historia oral se sitúe ideológicamente, todavía, en el conflicto.
Aún así, los testimonios son valiosos. El autor reconoce explícitamente que las versiones pueden ser discordantes, de manera que los hechos ciertos tendrán que buscarse en otra parte. Pero insiste (y acierta) en que, cuando menos, proporcionan un testimonio del clima moral que se vivió durante la Guerra Civil.
El libro se ordena alrededor de varios hechos puntuales, no todos los sucedidos en la guerra (por ejemplo, echo de menos testimonios sobre el alzamiento en la flota), intercalados con episodios completos narrados por uno de los protagonistas, y por relatos de militancias, con mucho los testimonios más ideológicos.
Es un libro, por tanto, que no sustituye a una historia de la guerra civil; se trata más bien de un complemento necesario a la misma. Particularmente emotivos son los testimonios sobre el bombardeo de Guernica. Los del bando republicano, sí, pero también los de los partidarios de los nacionales, que muestran su malestar por ese bombardeo indiscriminado de la población civil (que ellos mismos sufrieron), pero que optaron por el silencio, considerándolo un mal menor (o mayor) necesario para la victoria de los sublevados.
Si este capítulo es indicativo del talante de este libro y del clima moral que se vivió durante el episodio, también es una metáfora de lo que fue la Guerra Civil: una situación en la que las posturas llegaron a ser tan irreconciliables que todos se prestaron a justificar las atrocidades de su propio bando.

(Blood of Spain. THe Experience of Civil War, 1936-1939)
Ed. Crítica, col. Obras Mayores
Barcelona, 2001 [1979]

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Al Rojo Vivo, de Raoul Walsh

SESIÓN MATINAL 

(White Heat); 1949

Director: Raoul Walsh; Guión: Ivan Goff, Ben Roberts, basado en un relato de Virginia Kellogg; Intérpretes: James Cagney (Cody Jarrett), Edmond O'Brien (Hank Fallon / Vic Pardo), Margaret Wycherly (Ma Jarrett), Virginia Mayo (Verna Jarrett), Steve Cochran (Big Ed Somers), John Archer (Philip Evans); Dir. de fotografía: Sid Hickox; Música: Max Steiner.

Incluso aquellos que no la han visto es más que probable que conozcan una frase de la película que se ha hecho mítica: "¡En la cima del mundo, Mamá!"
Es la frase final del filme, y es famosa con justicia. Lo que la ha precedido es algo impresionante. Por primera vez, y hay que insistir en ello, por primera vez un gángster era interpretado como un psicópata, de manera que estamos hablando de Cody Jarrett como el padre de todos los delincuentes que han atravesado la línea de la cordura y se han metido de lleno en el sadismo enfermizo. Por descontado, uno puede escribir lo que quiera en un guión, pero si lo piensan un poco, reconocerán que es muy difícil interpretar un personaje de estas características sin caer en el histrionismo o hacerlo creíble. Pues bien, Cagney (no me cansaré de decir que probablemente James Cagney es uno de los cinco mejores actores de la historia del cine: como malvado, como héroe, como duro, como personaje romántico, como comediante, bailaba más que bien, cantaba más que aceptablemente y nunca, nunca, le he visto una mala interpretación. Como máximo ha estado en malas películas, pero por norma él cumplía con brillantez), Cagney, decía, se muestra histriónico; pero, y aquí viene lo bueno, es un histrionismo construido a la par que el personaje, de manera que es coherente con el mismo y adecuado a su personalidad sádica, edípica, misógina y megalomaníaca.
Ya que hablamos del complejo de Edipo, déjenme remarcarles la actuación de una secundaria de lujo, Margaret Wycherly, en el papel de madre de Cagney; Wycherly era una actriz shakespeariana capaz de cualquier cosa en la interpretación, y si hay algo que ayuda a hacer creíble el papel de Cody Jarrett es su interpretación de una madre posesiva y dominante, pero con matices de ternura (hacia su hijo, y hacia nadie más) y sin embargo tan dura como Lady Macbeth.
Es una película llena de detalles. Por ejemplo, el papel que Walsh hace representar a Virginia Mayo: una mujer con un carácter rastrero y un poso de vulgaridad que trascienden al guión (y que era un tipo de mujer al que Walsh le encantaba que apareciera en sus películas).
Porque, si hacemos caso a la historia del rodaje, Walsh y Cagney trabajaron codo con codo en esta película, conformando todos y cada uno de sus aspectos. El resultado es deslumbrante, único, sorprendente incluso hoy. Arquetípico, podríamos decir. Ha habido un antes y un después de Al Rojo Vivo en el género policíaco. Pero el original, en muchos aspectos, sigue sin haber sido superado.

Tráiler:

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Jazz Porque Sí: Thelonious Monk Julio 1957

En el recorrido por la discografía del indefinible genio que fue Thelonious Monk, estábamos en una sesión a septeto, con Art Blakey a la batería, Gigi Gryce al saxo alto, Ray Copeland a la trompeta, John Coltrane y Coleman Hawkins, nada menos, a los saxos tenores y Wilbur Ware al contrabajo. Lo que viene es un producto "de laboratorio", con la bendición de Monk, sin embargo. Se trata de un Crepuscule with Nellie formado por las tomas 4 y 5 de este tema, en la que se combinaban lo mejor de ambas. Las razones por las que el ingeniero de sonido se decidió a hacer esto son explicables, y el Cifu se las narrará mejor de lo que yo podría hacer. Y después escucharemos la toma 4 de Off Minor, muy apreciable, y más si tenemos en cuenta que no sólo Monk está presente, sino también un Coltrane que ya era reconocido entonces como el mago del saxo que quedó inscrito para siempre en la historia del jazz.
Tendremos entonces una grabación en estudio (que tardó mucho tiempo en ser editada, por problemas de exclusividad con las discográficas por parte de Coltrane) a cuarteto, una de las pocas cosas grabadas que existen de esta formación que Monk tuvo con Coltrane de sideman de lujo. Están Monk, claro, más Coltrane al tenor, Shadow Wilson a la batería y Wilbur Ware al contrabajo. Los temas son Ruby My Dear; Nutty; y Trinkle Tinkle. Si siguen ustedes esta serie de programas en torno a la figura de Monk ya estarán acostumbrados a las genialidades y sorpresas que éste nos depara al piano, pero lo que sorprenderá al que escuche estas piezas es la maestría de Coltrane, particularmente en el tema Trinkle Tinkle, difícil de por sí, en el que "Trane" realiza un tour de force de interpretación, tanto en el tema principal como en su solo.
Y lo siguiente que grabó Monk fue una reunión en pie de igualdad con el gran saxo barítono Gerry Mulligan. Aunque la primera idea era grabar unas pocas piezas a cuarteto y después añadir más personal, la compenetración fue tan buena que decidieron mantener la formación de cuatro en toda la grabación, siendo la rítmica la de Monk en aquella época, los ya mencionados Ware al bajo y Shadow Wilson a la batería. Rhythm-a-Ning al completo y parte de Sweet and Lovely dan fe de esta buena onda que se estableció entre ambos maestros del jazz.
Atentos como siempre a las explicaciones del Cifu, y disfruten no sólo del genio Thelonious Monk, sino de los grandísimos músicos que lo acompañan.

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La Lotería, de Shirley Jackson

Este relato, que tuvo una negativa acogida entre el público, ha acabado por instalarse como un clásico, no sólo de la literatura fantástica, sino de la literatura americana en general. Shirley Jackson, a la que se recuerda por sus obras fantásticas (por ejemplo, The Haunting of Hill House), cuando en realidad era una narradora de peso en cualquier estilo, siempre tuvo una especial perspicacia a la hora de representar en sus obras los rincones más oscuros de la mente humana, que sin embargo acaban por conformar su comportamiento.
Pueden leer el relato en los enlaces que figuran al pie de esta reseña. En una primera lectura percibirán el sonido familiar del ritual, tratado a veces metafísicamente (por ejemplo, por Jorge Luis Borges en La Lotería en Babilonia), a veces puramente como gran guiñol, como en obras de ciencia ficción y terror contemporáneas en las que un chivo expiatorio elegido por azar sirve de válvula de escape para las tensiones sociales. Sin embargo, no dudo que la génesis de este relato estuvo en la contemplación de algún ritual que se ha seguido año tras año, generación tras generación, sin que hoy día se recuerde apenas su sentido original. Esas tradiciones convertidas en tales por la mera repetición suelen ser absurdas en su finalidad, y sin embargo son seguidas de manera irracional por las sociedades que las adoptan; los ejemplos abundan, desde los más nimios hasta los más trascendentes.
Jackson va más allá que la mera crítica a las tradiciones, su origen, su finalidad y su sentido, y también introduce en el texto la pérdida de la individualidad para adquirir la "conciencia de la masa", una renuncia voluntaria que hace que el individuo se supedite a esas costumbres, sí, pero también que renuncie a sus propias libertades, sólo en aras de una conformidad social que unifica y, contradictoriamente conforta. Contradictoriamente, porque esa sociedad que te protege, en el caso del relato de Jackson es la que está dispuesta a matarte; aunque, claro, en "beneficio" de los demás.
Añádanle una crítica a la familia como unidad, una unidad que se demuestra muy frágil, y tendrán un relato cuya carga temática es más profunda de lo que se percibe a simple vista. Y añádanle también el extremo valor literario de la prosa de Jackson, con esa concisión que sin embargo es precisa e intensa, y tendrán un cuento de los mejores que se han escrito en el género y fuera de él.

(The Lottery)
En La Eva Fantástica
Eds. Siruela, col. El Ojo Sin Párpado
Madrid, 1989 [1948]

Texto en inglés de The Lottery
Texto en castellano de La Lotería